Literatura

martes, 15 de mayo de 2012

EDMUND KEMPER EL GIGANTE ASESINO




Edmund Emil Kemper terriblemente conocido como “El asesino de las colegialas (Co-ed killer, en inglés)”, “el cazador de cabezas”, “el gigante asesino” nació el 18 de diciembre de 1948 en California. Como la mayoría de los asesinos recurrentes, se crió en el seno de una familia conflictiva cuyos padres reñían constantemente y que con el tiempo terminarían divorciándose. Maltratado por su madre desde pequeño desarrolló un comportamiento sociopatológico desde muy joven: torturaba y asesinaba a animales, Nadie toma en serio sus fantasías morbosas, ni siquiera cuando a los ocho años juega a la silla eléctrica o a la cámara de gas con sus hermanos, desempeñaba el papel de víctima mientras los otros hacían de verdugos y lo ejecutaban. Fascinado por las guillotinas, representaba rituales sexuales bizarros decapitando y mutilando las muñecas de sus hermanas y llegó a decir que, para besar a una maestra por la que se sentía atraído previamente tendría que matarla, a pesar de que era una persona muy inteligente (su iq era de 145)

Es incapaz de expresar cualquier sentimiento de afecto y sus compañeros evitan su presencia, pues les asusta la manera en la que Kemper les mira fijamente, sin pronunciar palabra. Si ya de por sí Kemper era extraño, su madre - de la cual se sospecha que era borderline - le obligaba a dormir en el sótano por miedo de que su hijo abusara de sus hermanas, algo que molestó a Edmund. A los 13 años mata al gato de la familia a machetazos. Le corta el cráneo con cuidado para exponer el cerebro y luego lo apuñala numerosas veces. Su madre descubre los restos del animal en el armario.

El 27 de agosto de 1964, a los 15 años, dispara contra su abuela con un rifle del calibre 22 y luego la apuñala una y otra vez para desahogar su ira, porque según él, era más estricta y le imponía más castigos que su propia madre. Después le pegó un tiro a su abuelo y dejó el cadáver tendido en el jardín. Acto seguido llamó a su madre y la instó a que avisara a la policía, pues había matado a sus abuelos. Las declaraciones que dio a los agentes fueron las siguientes: él "sólo quería ver qué se sentía al asesinar a su abuela" y mató a su abuelo porqué sabía que se enfadaría por haber matado previamente a la abuela.

El quinceañero fue internado en el Hospital Estatal de Atascadero y, además de hacerse amigo de su psicólogo, se convirtió en su asistente. Gracias a su inteligencia, se ganó tal confianza del doctor que se le permitió el acceso a las pruebas aplicadas a otros internos. Gracias al aprendizaje que obtuvo de estas pruebas impresionó a su médico y consiguió el alta - algo muy discutido por otros médicos - demostrando después que había sellado para siempre su historial juvenil. lo sueltan cuando tenía 21 años, para ponerlo de nuevo al cuidado de su madre. Por aquel entonces ya medía 2,05 metros de estatura y pesaba unos 135 kilos. Una vez libre se fue a vivir con su madre a Santa Cruz (California).

Despues, logro conseguir un trabajo en el departamento de caminos en el ayuntamiento de su estado, por lo cual siempre andaba en las carreteras y cualquier joven mujer que se atravesara en su camino, corria la misma suerte, ser asesinada y violada, ya que Kemper era un necrofilo, Curiosamente, siempre solia cometer los asesinatos, despues de discutir con su madre. No se tiene el numero exacto de las victimas de este asesino 


















En mayo de 1972 recogió en su coche a dos autoestopistas de 18 años, las llevó a un sitio apartado y allí las mató a puñaladas. Luego, trasladó los cuerpos a casa de su madre, les sacó fotografías con una Polaroid, los descuartizó y les cortó la cabeza para enterrar posteriormente los restos en un cerro de las inmediaciones. El "gigante asesino" no elegía sus víctimas al azar es absolutamente necesario que corresponda a la imagen que tiene de las estudiantes que su madre le había prohibido frecuentar.

Cuatro meses después mata a otra joven de quince años de una manera similar, recogiéndola cuando hacía autostop, estrangulándola, violando el cadáver y llevándoselo a casa. Mientras se entregaba a esta orgía criminal acudió a una de las evaluaciones psiquiátricas a las que debía someterse con regularidad, y fingió tal lucidez que según los peritos que lo examinaron, ya no representaba una amenaza para sí mismo ni para los demás. Ese día llevaba en el maletero de su coche la cabeza decapitada de su víctima más reciente...

febrero de 1973, dos chicas caen bajo los golpes del "gigantón de Santa Cruz". Kemper amontona los cadáveres en el maletero y regresa a casa de su madre, donde "cena tranquilamente" . Luego baja a decapitar los cuerpos.

En abril de 1973, su ultimo crimen. Kemper golpeó repetida y violentamente a su madre hasta matarla con un martillo de zapatero, mientras ésta dormía. La decapitó, la violó sin cabeza - la cual la puso luego en la repisa de la chimenea le lanza flechitas y la insulta - y arrojó sus cuerdas vocales al triturador de la cocina. En su declaración, Kemper dijo que "eso parecía apropiado, tanto como ella me maldijo, gritó y chilló por muchos años". Finalmente tomó su cuerpo y practicó actos sexuales, comió parte de sus órganos y durmió 4 noches con el cuerpo en estado de putrefacción. Pero la cosa no quedó ahí: invitó a casa a una de las mejores amigas de su madre - ajena a lo que había ocurrido – la golpeo, la estranguló y la decapito.

Se dirigió con el coche hacia el Este, sin escuchar en la radio ninguna noticia sobre sus asesinatos. Desilusionado, frenó y llamó a la policía para confesar que él era El asesino de las colegialas. Les confesó qué había hecho y donde podía encontrarle, además de reconocer su necrofilia y canibalismo.

Durante su juicio alegó locura, aunque fue hallado culpable de 8 cargos por asesinato. Pidió la pena capital, pero, al estar suspendida en Estados Unidos en aquel momento, recibió la cadena perpetua. Actualmente es uno de los presos de la Prisión Estatal de Vacaville. 




Contemporáneo a Kemper, Mullin también asesinó a diversas personas, por lo que la ciudad fue bautizada cómo la Capital mundial del asesinato. Ambos asesinos llegaron a estar encerrados en celdas contiguas y Kemper estaba enfadado con Mullin porqué decía que éste le "robaba los sitios en los cuales descargaba sus cadáveres".


sonriente en sus entrevistas


Una inquietante anécdota de la prisión que los investigadores relataban, es que al final de la tercera entrevista, Robert Ressler aprieta el timbre para llamar a la guardia, llama tres veces en un cuarto de hora. Sin respuesta Kemper el asesino advierte a su entrevistador de que no sirve de nada ponerse nervioso, pues es la hora del relevo y de la comida de los condenados a muerte, y agrega que nadie contestará a la llamada antes de otro cuarto de hora por lo menos: "Y si de repente me vuelvo majareta, vaya problema que tendrías, ¿verdad? Podría desenroscarte la cabeza y ponerla encima de la mesa para darle la bienvenida al guardia...". Nada tranquilo, Ressler le contesta que esto no volvería más fácil su estancia en la cárcel. Kemper le responde que tratar así a un agente del FBI provocaría, al contrario, un enorme respeto entre los demás prisioneros. "No te imagines que he venido aquí sin medios de defensa", le dice Ressler. "Sabes tan bien como yo que está prohibido a los visitantes llevar armas", responde Kemper, mofándose. Conocedor de las técnicas de negociación Ressler intenta ganar tiempo. Finalmente, el guardia aparece y abre la puerta, Ressler suspira con alivio. Al salir de la sala de entrevistas, Kemper le dirige un guiño y poniéndole el brazo sobre el hombro, le dice sonriendo: "Ya sabes que sólo bromeaba, ¿no?"




















Sus declaraciones

"Esas chicas son lo bastante mayorcitas como para saber lo que hacen, y sobre todo, lo que no hay que hacer, como es el autostop. Me desafían por el hecho de otorgarse el derecho de hacer lo que les venga en gana. Eso es lo que me molesta: se sienten seguras en una ciudad en la que yo no lo estoy” 



"llevaba una vida normal era como el Doctor Jekyll y Mister Hyde ni siquiera mi madre sospechaba de mi"


Un lado de mí, dice, "que chavala tan atractiva, me gustaría hablar con ella, salir con ella", pero otra parte de mí se pregunta cómo quedaría su cabeza pinchada en un palo. 

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