Literatura

viernes, 28 de septiembre de 2012

Locusta la envenenadora



Locusta cuyo nombre significa "langosta", nació en la Galia durante el siglo I. Al vivir en el campo, desde niña aprendió a conocer las propiedades de las plantas, tanto las beneficiosas como aquellas más perjudiciales. En la antigua Roma, cerca del monte Aventino, en una zona habitada por la burguesía del Imperio, paso a vivir la discreta viuda, que si bien tenía algunas manías un tanto extrañas, era considerada por sus vecinos como una buena mujer. Todos los días acostumbraba salir por las mañanas a pasear sus perros, aunque tenía tantos, que un día sacaba a unos y otro día a otros. Además llevaba un tipo de vida muy reglamentado, ya que tenía su tiempo para cada cosa: a diario se acostaba exactamente a la misma hora, ni un minuto antes, ni un minuto después. Excepto dos días a la semana cuando recibía a su amante, entonces su horario variaba un poco. De ahí en demás todo parecía ser totalmente ordinario. Y he dicho “parecía”, porque esta mujer, no tenía absolutamente nada de ordinario. Muy pocos lo sabían, pero era una peligrosa envenenadora, que se había iniciado en tan singular oficio despachando al otro mundo a su borracho marido que la golpeaba sin cesar.




Se convirtió en esclava de Roma, pero no le fue mal. Logró hacer fortuna allí, puesto que sus conocimientos eran muy estimados. Su especialidad eran los llamados polvos de sucesión, a base de arsénico fundamentalmente, aunque también solía emplear setas venenosas, cicuta, beleño y otras plantas. Cuando había que deshacerse de un rival político o se deseaba cobrar una herencia, los romanos no tenían más que dirigirse a Locusta, porque, además, su trabajo era tan bueno que se conseguía que las muertes parecieran naturales. Se rumoreaba que la propia Mesalina había acudido a ella para librarse de Tito, el amante del que ya se había cansado. 


Cobraba fuertes sumas por sus malévolas pócimas a los ricos y poderosos, mientras que a los pobres les entregaba gratuitamente sus brebajes. Sus trabajos eran excelentes, ya que sabía preparar desde un veneno fulminante, hasta uno de efecto retardado que fuera haciendo que la víctima se consumiera lentamente, como si se tratase de una extraña enfermedad. Pero había quienes habían acumulado tanto odio, que solicitaban venenos extremos, que llevaran a la víctima por pasajes de intenso dolor y sufrimiento durante meses y meses, hasta que sucumbieran en una desesperante agonía. Locusta investigaba diariamente con sus extractos de plantas y polvos maléficos, hasta dar con lo que su cliente solicitaba. Todos quedaban encantados y la recomendaban ampliamente.


Muchos de los encargos provenían de las altas damas de la sociedad, mujeres celosas de la hermosura de sus rivales, quienes querían despejar el camino. Para ellas Locusta preparaba unos deliciosos bombones de gran atractivo que, al ser mordisqueados por la desafortunada dama, terminaban por deformárseles la mandíbula y dentadura, sin que ello les provocara la muerte. Esto era suficiente para cumplir con el propósito requerido.

Claudio Cesar 
Agripina, última esposa del emperador Claudio, decidió recurrir a Locusta para desembarazarse de su anciano esposo. La emperatriz se entrevistó en secreto con ella y expuso el problema como si fuera una amiga suya la que precisaba de sus servicios. Locusta había sido sentenciada por envenenadora, de modo que Agripina le ofreció librarla de su condena a muerte si aceptaba el encargo. La mujer, por supuesto, accedió: nada tenía ya que perder. Al día siguiente le entregaba a Agripina una cajita llena de polvo blanco. Le indicó que bastaría con poner una pequeña cantidad en la comida de la persona que se deseara eliminar, y que haría efecto en tan sólo medio día. Al saber que a la víctima le gustaban mucho las setas, le dio además a la emperatriz unas trufas similares en apariencia, pero mortales. De ese modo el emperador iba a ingerir veneno por partida doble. Por si aún fuera poco, Locusta le proporcionó coloquíntida para apresurar los efectos del veneno, e impregnó en el mismo la pluma con la que se hacía vomitar al emperador al introducirla por su garganta. 


NOTA: La cena romana se desenvolvía dentro de un escenario formado por tradiciones inmemoriales, como por ejemplo meditar sobre la muerte, presentar regalos y pequeñas sumas de dinero, libaciones a los dioses (Ceremonia religiosa de los antiguos paganos, que consistía en derramar vino u otro licor en honor de los dioses) lares, etc. A los postres se discutían temas filosóficos o literarios y se recitaban versos. Los invitados se perfumaban y coronaban de flores, y se cantaba. Esto es una muestra del culto que se realizaba a la comida exótica.



Ocurrio en octubre del 54 la vianda con hongos fue presentada por su catador, el eunuco Haloto, uno más de los cómplices del malévolo plan. Agripina tomó uno de los hongos y lo comió, para darle confianza al emperador. Y luego, tomó el hongo más grande y hermoso y lo ofreció con una hermosa sonrisa a su ingenuo esposo. Claudio lo comió. Dicen que de inmediato quedó sin habla y continuó toda la noche con dolorosos tormentos. Fingiendo Agripina una enorme apuración, mandó llamar al médico de cabecera para que le provocara un vómito, y el médico llegó presuroso e introdujo una pluma por la boca del emperador. Pero la pluma también estaba envenenada. El doctor era otro de los cómplices, siguió la terrible agonía, hasta entrar en coma por fallo hepático y fallecer poco después.. Locusta se convirtió en una poderosa arma, de a cuerdo a Tácito, en un “instrumento del Estado”


Agripina coronando con una corona de laurel a Nerón,
como símbolo de la ascensión al poder de éste.


Segunda misión: Exterminar a Britanico. Era el sucesor natural de Claudio, así que Nerón, por su condición de hijo adoptivo, orquestó su asesinato con el propósito de evitar aspiraciones al trono en un futuro próximo, claro está, fueron requeridos los servicios de Locusta.



sardonia
Según a las investigaciones en esta ocasión Locusta utilizó sardonia (apio sardónico, hierba de fuego, revientabuey) Los síntomas son similares a un ataque de tétanos, el signa característico es la contracción de los músculos faciales, dando lugar a la famosa "risa sardonica", generando una parálisis facial, del cuello, brazos y piernas, para terminar con una muerte por asfixia debido a la parálisis del sistema respiratorio.


La ocasión se presenta, es hora de otro majestuoso banquete ofrecido por Neron, a Britanico se le sirve un suculento caldo, probado previamente por un catador, pero excesivamente caliente, por lo que se solicita refrescarlo con agua situación que se aprovecha para añadir el veneno, el hermanastro muere entre espasmos y contracciones de los músculos faciales, pareciera que se rie de su propia desgracia. Los convidados dirigen sus miradas hacia Neron, este sin dar mayor importancia a los hechos, declara que su hermano ha sufrido uno más de sus ataques de epilepsia. Así que ordena a los sirvientes que lo retiren del salón para seguir con el festejo.



Neron asegura su corona sin amenazas, es dueño del imperio. Colma de privilegios a su envenenadora le regaló tierras de gran valor, le permitio ejercer sus "artes" e incluso instruir discípulos, que por lo general son mujeres. Los venenos se probaban allí sobre animales, y a veces sobre criminales convictos. Llegó a vivir en un barrio agradable cerca del Palatino, y eran muchos los ciudadanos poderosos que frecuentaban su hogar en busca de algún remedio. Sus costumbres eran bastante rutinarias. Se acostaba temprano “a menos que la visitara algún amante anónimo”, y paseaba a sus perros, que cambiaba con frecuencia porque experimentaba sus venenos con ellos y con los esclavos que a nadie importaban. Tácito dice que el emperador hacía tanto aprecio de ella que, por temor a perderla, tenía varios hombres destinados únicamente a vigilarla. 

Una mujer que llego a ser muy poderosa, un arma letal, el brazo derecho de la traición y la muerte... pero el fin llegó. Tras la caida del imperio de Neron todo se derrumbó, sin el apoyo imperial y con el sucesor en el trono, Galba la condeno a morir tras ser acusada como resposable de la muerte de cerca de 400 personas por envenenamiento. Lucio Apuleyo escritor romano de la epoca  relata el horrible castigo de Locusta:



"Fue tan atroz como ejemplar: Galba mando que Locusta fuera públicamente amarrada y violada por una jirafa amaestrada y posteriormente descuartizada por una jauría de leones"




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