Literatura

sábado, 6 de julio de 2013

Jack Unterweger: "El Estrangulador de Viena"





"Cuando se educa a un psicópata, lo único que se consigue es un psicópata educado".
Gregg McCrary


Johann “Jack” Unterweger nació en Austria el 16 de agosto de 1952. Su madre, Teresa, fue una conocida prostituta. Unterweger fue dejado al cuidado de su abuelo alcohólico desde muy pequeño; vivió siete años con él. Unterweger nunca supo quién era su padre, aunque se rumoraba que fue un soldado estadounidense. A los dieciséis años fue detenido por primera vez, por agredir a una prostituta, un delito muy raro en Austria. Después robaba automóviles. Siempre se mostró fascinado por las prostitutas y disfrutaba relacionarse sexualmente con ellas, para después maltratarlas o inclusive asaltarlas, despojándolas del dinero que habían cobrado. Casi siempre utilizaba un tubo de acero para golpearlas.




En 1974 cruzó la línea. Bárbara Scholz, una prostituta, ayudó a Unterwegger a robar la casa de Margaret Schaeffer, una estudiante alemana de dieciocho años. Después la llevaron en un automóvil hasta el bosque cercano. Utilizando la correa de su abrigo, Jack le ató las manos a la espalda, la golpeó, la desnudó y le exigió que le practicara sexo oral. La chica se negó, por lo que Jack la golpeó en la cabeza con un tubo de acero. Luego utilizó el sostén para estrangularla, dejando su cuerpo desnudo boca arriba en el bosque, cubierto de hojas.

Hubo una segunda mujer asesinada: Horveth Marcia, una prostituta, quien fue estrangulada con sus medias y una corbata. El asesino le cubrió la boca con cinta adhesiva y arrojó su cuerpo al Lago Salzachsee, cerca de Salzburgo. Pero Unterweger no fue investigado por este asesinato y no se le relacionó hasta muchos años después.

Bárbara Scholz denunció el primer crimen a la policía. Cuando la policía interrogó a Unterweger, éste se derrumbó y confesó. En el Tribunal, se defendió con el argumento de que cuando había golpeado a Margaret Schaeffer, había imaginado a su madre delante de él. Su enojo era tal que no pudo contenerse. El psicólogo forense que lo examinó, el Dr. Klaus Jarosch, lo declaró un psicópata y sádico sexual, con tendencias narcisistas e histrionismo. "Tiende a repentinos ataques de rabia y la ira", escribió Jarosch. "Sus actividades físicas son enormemente agresivas. Es un criminal incurable”.

En 1976, Unterweger fue juzgado por el asesinato de Margaret Schaeffer y sentenciado a cadena perpetua. Fue entonces cuando las cosas tomaron un giro inusual. Cuando entró en prisión, era prácticamente analfabeta; adentro estudió, y aprendió a leer y escribir. El investigador Nigel Blundell señala que "en cada oportunidad que tuvo, estudió minuciosamente todos los libros a su alcance. Leyó a los grandes escritores. Editó un periódico en la prisión y también una revista literaria". Tras años de lecturas, comenzó su carrera como escritor: realizó poemas, cuentos y obras de teatro. Luego, en 1984, escribió su autobiografía: Fegefeuer: eine Reise ins Zuchthaus (Purgatorio). En ella narraba su atormentada niñez, su adolescencia y sus crímenes. El libro fue publicado en Austria y de inmediato se convirtió en un best-seller, obteniendo inclusive un importante premio literario. Según la opinión de muchos, Unterweger tenía un talento deslumbrante para la Literatura.



Unterweger, pese a sus deficiencias emocionales, era un joven encantador. La gente respondía a él, incluyendo a los policías. En su libro, daba la impresión de que él mismo era una víctima. Los críticos y los reformistas abrazaron su honestidad y el modo en el que había enfrentado su pasado. Los intelectuales austríacos lo saludaron como un ejemplo de cómo el arte puede redimir a un criminal.




Los periodistas estaban en contacto constante con él para pedirle entrevistas y no pasó mucho tiempo antes de que se iniciara un fuerte movimiento que reclamaba su liberación. Parecía claro, por sus ideas y su capacidad literaria e intelectual, que se había reformado. La mujer que en 2004 sería Premio Nobel de Literatura, Elfriede Jelinek, fue uno de los principales apoyos para que Unterweger fuera liberado. Según declaró, podría contribuir a la mejora de la sociedad. Jelinek estaba fascinada por el asesino y su trayectoria como activista feminista fue puesta al servicio de la absolución del criminal.

El 23 de mayo de 1990, a causa de la presión de los círculos intelectuales, de algunos políticos de izquierda y de varios periodistas austriacos, Jack Unterweger fue liberado. Había pasado quince años en la cárcel y salía convertido en una celebridad. "La vida es ahora", declaró ante la prensa. "Vamos a seguir adelante. Es hora de lo nuevo".

Se acostumbró a aparecer en los programas televisivos, conceder entrevistas y opinar sobre diversos tópicos. Sobre todo, disfrutaba al participar en programas de debate acerca del tema de la seguridad pública, la rehabilitación carcelaria y la posibilidad de que los criminales se reformaran. Enfundado en un traje blanco y luciendo una flor roja en la solapa, discutía con funcionarios, criminólogos, periodistas e intelectuales en programas televisivos. Daba su opinión y la gente lo escuchaba; la opinión pública lo consideraba la voz más autorizada para hablar sobre la reinserción de un delincuente en la sociedad. Se transformó en un símbolo de que el sistema sí funcionaba.




En su nueva vida, se convirtió en el favorito de los intelectuales vieneses. Recibía docenas de invitaciones para comentar libros, cortar listones, participar en coloquios y mesas redondas, dictar conferencias y escribir columnas en afamadas revistas. Sus memorias fueron filmadas. Un grupo de teatro ambulante presentaba sus obras, invitándolo a los estrenos, mientras el público asistente lo ovacionaba de pie. Se volvió una figura suave y elegante, con trajes blancos, camisas de seda y cadenas de oro, conduciendo automóviles deportivos con una matrícula personalizada que decía "JACK 1".

Era guapo y sociable, un escritor con influencia y un oscuro pasado que utilizaba para seducir a las mujeres, sobre todo a hermosas jovencitas, a quienes conocía en los bares, mientras bebía champagne o bailaba en las discotecas. Un reportero escribió en un periódico vienés, a propósito de una de las amantes de Unterweger, una hermosa joven perteneciente a una prominente familia austríaca:"Su ropa interior cayó al suelo en cuanto Jack entró. Todas las chicas en Austria estaban locas por él".

Pero había una historia oscura que la gente desconocía. Una fría mañana, el 15 de septiembre de 1990, cuatro meses después de la liberación de Unterweger, el cuerpo de una mujer fue encontrado en la orilla del río Moldava (o río Vitara), en Praga (Checoslovaquia). Estaba boca arriba, desnuda, con un par de medias de color gris alrededor del cuello. La habían colocado en una posición sexualmente provocativa, con las piernas abiertas, cubierta con hojas, hierba y ramas. En un dedo lucía un anillo de oro. Las autoridades examinaron el cuerpo; determinaron que había sido golpeada, apuñalada y estrangulada. Había muerto recientemente, apenas horas antes. Una búsqueda minuciosa arrojó como resultado que encontraran su ropa y una bolsa con una identificación. El nombre de la víctima era Blanka Bockova. Trabajaba en una carnicería en Praga.

Cinco semanas después, en Graz (Austria), una prostituta llamada Brunhilde Masser desapareció. Fue vista por última vez el 26 de octubre de 1990. El 5 de diciembre, otra prostituta, Heidemarie Hammerer, desapareció de Bregenz, una ciudad turística en la frontera de Suiza y Alemania. En la víspera de Año Nuevo, unos excursionistas hallaron su cadáver en el bosque. Estaba de espaldas, con el vientre cubierto de hojas secas. Todavía llevaba sus joyas, por lo que el robo no parecía ser el motivo. Sus piernas estaban desnudas y un trozo de tela había sido cortada de su falda. Fue encontrado en su boca, utilizado como una mordaza. El clima frío había ayudado a conservar los restos, por lo que el patólogo determinó que Hammerer había sido estrangulada con un par de pantimedias, presumiblemente las suyas. Había marcas en las muñecas, lo que indicaba que había sido sujeta con esposas o ligaduras apretadas. Tenía hematomas en otras áreas de su cuerpo, lo que mostraba que había sido golpeada. No había rastros de semen.

Cinco días después del hallazgo del cadáver de Hammerer, otro cuerpo fue descubierto en Bregenz. También lo encontraron unos excursionistas, al norte de un bosque aislado de Graz. Era una mujer, hallada completamente desnuda, acostada sobre su lado derecho, cubierta de hojas. El patólogo determinó que había sido apuñalada y estrangulada con sus medias, pero el avanzado estado de putrefacción hizo difícil el estudio de las heridas. Sus nalgas habían sido parcialmente comidas por animales y su ropa, bolso, y otros bienes personales habían desaparecido. Sin embargo, todavía tenía sus joyas. La policía pronto se dio cuenta de que esta víctima era Brunhilde Masser, una joven prostituta.




Luego, una ola de crímenes azotó Viena. Silvia Zagler, Sabine Moitzi, Regina Prem y Karin Eroglu desaparecieron sin dejar rastro. Todas eran prostitutas. Un equipo de investigadores de las distintas jurisdicciones pertinentes, llegó a la conclusión de que se trataba de casos aislados y que no tenía un asesino en serie en sus manos. Pero Austria no tenía un sistema para vincular los crímenes y hacer un análisis sofisticado. La conclusión oficial se basó sobre todo en el temor ante una situación inédita en Austria, haciendo hincapié en las diferencias entre los delitos y las escenas del crimen, en lugar de sopesar las similitudes.

El 20 de mayo, el cuerpo de Sabine Moitizi fue descubierto, y tres días después, alguien encontró los restos de Karin Eroglu. Ambos habían sido abandonadas en zonas boscosas fuera de Viena, las dos acostadas de lado, estranguladas con una prenda de su propia ropa. Eroglu estaba completamente desnuda, excepto por sus joyas, y Moitizi sólo llevaba una camiseta. El dinero de Moitizi había desaparecido, pero su ropa y su bolso fueron encontrados a pocos metros del cuerpo. Eroglu había sido sometida a una golpiza. Su bolso y su ropa estaban desaparecidos, a excepción de los zapatos que se encontraron cerca, y de una media, metida en su boca.

A pesar de lo que la policía había dicho, la prensa decidió que se trataba de un asesino en serie, y un periódico austriaco que apareció el 25 de mayo lo bautizó como “El Estrangulador de Viena”. Pero los investigadores en esa ciudad aún se resistían a la idea de que sus casos de asesinato estaban vinculados a los de otras ciudades de Austria. En medio de las más diversas especulaciones, los medios buscaron la opinión de alguien calificado. Fue así como Jack Unterweger, que para entonces colaboraba en El Correo, un importante periódico austríaco, comenzó una amplia cobertura de los asesinatos.

Todo el mundo quería escuchar lo que tenía que decir sobre el asunto. Así que se dedicó a entrevistar a los agentes que estaban a cargo de la investigación. Criminalistas, políticos y policías fueron entrevistados por Unterweger; uno de ellos respondió a una pregunta que conmovió a los lectores: “¿Considera usted que las prostitutas de Austria tienen miedo?” “Creo que están aterradas”, respondió el investigador. Unterweger no dudó en alertar a la sociedad: en Austria actuaba un asesino en serie.

Uno de los casos más escalofriantes fue el de Regina Prem, prostituta y madre de familia, desaparecida una noche. Su esposo, cuyo número telefónico era privado, recibió varias llamadas telefónicas de un hombre que aseguraba ser su asesino. Describió con exactitud lo que ella llevaba la noche en que desapareció. “Yo fui su verdugo”, afirmaba. “Y Dios me ordenó hacerlo. La tiré en un lugar de sacrificio, con la cara vuelta hacia el infierno. Le he dado a muchas de ellas el castigo que merecían".

Pero entonces alguien más se unió al caso, alguien que aportó una hipótesis sorprendente. Un ex investigador de 70 años de edad, August Schenner, quien se había retirado del Departamento de Investigación Criminal de Salzburgo cinco años atrás, seguía con atención las novedades del caso. Leía con interés la cobertura periodística de los crímenes de Viena, Graz y Bregenz, y algo en el modus operandi del asesino le recordó un antiguo caso: el de un asesino que una vez persiguió y que se había convertido en una celebridad al salir de la prisión, el mismo que ahora escribía extensos reportajes al respecto. Llamó a la policía y les dijo que sospechaba que el autor de los asesinatos no era otro que el famoso Jack Unterweger. 

Los investigadores primero se mostraron escépticos. Era demasiado truculento suponer que el mismo hombre que escribía con ardor sobre los crímenes y presionaba a las autoridades para que detuvieran al homicida, fuera el verdadero autor de los homicidios. Pero las razones aducidas por Schenner les hicieron dudar. Montaron una discreta vigilancia sobre Unterweger. Para su alivio, no hizo nada sospechoso. Seguía con sus actividades, se reunía con otros escritores, organizaba cenas, asistía a exposiciones y salía a cenar con alguna de sus amantes.

Cuando las cuatro mujeres habían sido secuestradas y asesinadas en Viena, Unterweger también estaba allí. Aunque todo era circunstancial y nada de esto se sostendría en el Tribunal, eran suficientes indicios para justificar una entrevista con Unterweger. Se reflexionó cómo este movimiento podría afectar la investigación, pero decidieron llevarlo a cabo

Mientras tanto, en Los Ángeles, Unterweger proseguía con su investigación. Se había presentado como periodista europeo ante la policía y el FBI, y los organismos le dieron todo el apoyo que necesitaba. Incluso le asignaron una escolta policial a las partes más sórdidas de la ciudad, ya que él necesitaba saber dónde encontrar a las prostitutas para entrevistarlas y relacionarse con ellas.

Los agentes lo llevaron a los sitios donde podía hallarlas. Coincidentemente, una serie de homicidios comenzó en la ciudad estadounidense. Tres mujeres fueron asesinadas. Todas las víctimas eran prostitutas, todas fueron abandonadas a la intemperie, todas fueron estranguladas con sus sostenes. Los detectives Jim Harper y Fred Miller investigaron el caso. Las mujeres eran Sherri Ann Long, Shannon Exley e Irene Rodríguez.

Cuando Unterweger regresó a Europa, publicó varios artículos sobre la prostitución y describió sus experiencias en Estados Unidos. "La vida real en Los Ángeles está dominada por una dura lucha por la supervivencia, por los sueños rotos de miles de personas que llegan a la ciudad y un número igual que se van, a veces muertas".

El 22 de octubre de 1991, funcionarios de la Oficina de Investigación Criminal en Viena interrogaron a Unterweger sobre los asesinatos de Austria. Los investigadores esperaban presionarlo para forzarlo a confesar, pero Unterweger solamente admitió “acostarse con putas”, negando después saber nada de las víctimas. Estaba familiarizado con los crímenes porque era periodista.

Unterweger ya sabía que era un sospechoso y pidió apoyo de sus amigos en los medios de comunicación. Escribió más artículos acerca de la mala conducción de la investigación, para castigar a la policía. Muchos de sus compañeros en la prensa lo apoyaron e hicieron suya la causa de que estaba siendo perseguido.

El inspector Geiger rastreó el BMW que Unterweger había comprado a su salida de la cárcel. Lo había vendido, adquiriendo después un Volkswagen Passat. El nuevo propietario del BMW permitió a la policía revisar el vehículo. Encontraron un cabello, que enviaron al laboratorio para su análisis. También contactó a la policía de Los Ángeles, quienes le informaron sobre los tres casos sin resolver de prostitutas asesinadas. Al comparar los sitios donde cada víctima había sido vista con vida por última vez, se dio cuenta de que estaban cerca del hotel en el que se había quedado Unterweger. Así se lo informó a los agentes estadounidenses. Por primera vez, la policía de Los Ángeles tenía un sospechoso viable y Geiger recibió su apoyo.
Los amigos de Unterweger le avisaron que la policía lo estaba buscando para detenerlo. Todos los periódicos del país anunciaban su inminente detención, escandalizados por el acoso al que la policía sometía a un ciudadano reformado. Los intelectuales protestaron y muchos políticos mostraron su desacuerdo con el rumbo que las pesquisas habían tomado. Consideraban que la policía estaba fabricando un culpable.

Unterweger evitó Austria por completo. En su lugar, se fue con su novia a Estados Unidos, sin saber que la policía de Los Ángeles lo consideraba el principal sospechoso en los casos sin resolver. Además, había cometido otro delito en su primer viaje: mintió a las autoridades migratorias, al ocultar que una vez había sido declarado culpable de asesinato en su país natal. En el vuelo, hizo varias llamadas a diversos periódicos austriacos, insistiendo en que era inocente y la policía lo estaba acosando. Pidió respaldo a sus amigos y ellos accedieron a dárselo. La presión mediática hacia la policía continuó, pese a las pruebas forenses que se presentaban.

Asombrosamente, Unterweger y su novia lograron entrar a Estados Unidos sin problemas; aún no habían girado la orden de aprehensión e ingresó sin problemas. Las autoridades austríacas se enteraron que la madre de Bianca Mrak le enviaba dinero a través de transferencias bancarias. Presionada, tuvo que aceptar ponerse en contacto con la policía cuando la contactara la pareja fugitiva. Pero Unterweger ofreció un trato: prometió volver y responder a las preguntas, si las órdenes de detención en su contra eran retiradas. Mientras, él y su novia se instalaron en Miami. Unterweger escribió una carta en su defensa a los funcionarios de Austria. Quería que los periódicos la publicaran para presionar con más fuerza, a través de la opinión pública.

Hizo varias llamadas para conseguir la publicación de la carta. Una revista, Erfolg, le ofreció pagarle por la historia exclusiva de su huida. Estuvo de acuerdo. Un entrevistador le preguntó si estaba forzando a Bianca Mrak a ir con él, por lo que la dejó hablar por sí misma. Ella tomó el teléfono y declaró que viajaba con Unterweger porque quería y que estaban teniendo un tiempo maravilloso. Dijo que lo amaba y que todo lo que se afirmaba sobre él eran falsedades.

Bianca Mrak cometió un error: le envió un telegrama a su madre para pedirle algo de dinero, proporcionando una dirección en Miami. La mujer informó a la policía. Se transmitió esta información a Interpol, que alertó a los policías estadounidenses. Mantuvieron vigilancia en la oficina de Western Union, portando una fotografía de Unterweger y la orden de aprehensión, recién obtenida, por dos cargos: mentir en la aduana y ser sospechoso de los asesinatos en Austria. Finalmente, Jack Unterweger y Bianca Mrak aparecieron. No lo reconocieron al verlo, pero entonces notaron los tatuajes que se había realizado en la prisión. Eso lo delató. Bianca Mrak entró en la oficina para cobrar el dinero mientras Unterweger esperaba afuera. Al salir, los alguaciles se le acercaron a ella. Pero Unterweger, siempre alerta, echó a correr. Ella hizo lo mismo.

Un agente fue tras Bianca Mrak, mientras que los otros siguieron a Unterweger. Se metió en un restaurante y salió por la parte trasera. Pero los agentes fueron más rápidos. Lo acorralaron en un estacionamiento. Unterweger se rindió. Cuando se dio cuenta de que la primera acusación era simplemente que entró ilegalmente al país, se relajó. Bromeaba con los oficiales asegurándoles que los incluiría en su próximo libro. No tenía ni idea de lo que le esperaba. Finalmente, uno de los agentes mencionó que la Interpol lo buscaba por los asesinatos en Austria. Unterweger se derrumbó y comenzó a llorar.


No estaba claro si sería extraditado a Austria o si lo trasladarían a California para juzgarlo. Él parecía preferir la primera opción, ya que en Estados Unidos corría el riesgo de ser sentenciado a muerte y ejecutado en la cámara de gas. Además, todavía tenía a la opinión pública de Austria de su parte, y la evidencia física real de la policía austríaca era endeble. Los agentes estadounidenses decidieron dárselo a los europeos. Con un estado de ánimo positivo, el primer asesino en serie internacional fue extraditado el 28 de mayo de 1992.





Durante su detención, Unterweger concedió entrevistas libremente. Afirmó que estaba totalmente rehabilitado y declaró: "¿Sería tan estúpido y loco para que, durante la mejor etapa de mi vida, en la que escribo en varios medios, hago obras de teatro, actúo, hago giras y tengo muchas amigas maravillosas, iba a matar a alguien cada semana?" Inició un nuevo diario en la prisión y escribió cartas a la prensa, insistiendo en su inocencia. Podía probarlo, dijo, aunque no ofreció pruebas ni cortadas comprobables.

Un año después de su desaparición, se hallaron partes de un esqueleto, identificados como los restos de Regina Prem, la mujer cuyo esposo había recibido la segunda serie de llamadas telefónicas. El cadáver estaba en el bosque. Sin embargo, después de un período tan largo a la intemperie, la causa de la muerte no pudo ser determinada.

El juicio comenzó en junio de 1994 en Graz, Austria. Unterweger fue juzgado por los tres asesinatos de Los Ángeles, el de Praga y los siete casos de Austria. Pese a las acusaciones, no había disminuido el apoyo popular, y él seguía concediendo entrevistas, alardeando que sería absuelto de todos los cargos. El detective Jim Harper viajó desde Los Ángeles para plantear los casos y Harold Lynn, del Laboratorio de Criminalística, para testificar sobre los peculiares nudos hallados en las escenas del crimen. Gregg McCrary fue enviado por el FBI para testificar sobre los patrones de comportamiento único que vinculaban todos los crímenes, y cómo esos comportamientos se relacionaban con el primer asesinato cometido por Unterweger años atrás. Para los criminólogos que desfilaron por el Tribunal, la personalidad del acusado era la de un psicópata y matar era una oscura adicción.

Unterweger, vestido de manera elegante, se defendió a sí mismo en el juicio. Estaba seguro de que su encanto y buena apariencia influenciarían al Jurado."Estoy contando con su absolución porque yo no soy el culpable. Su decisión me afectará no sólo a mí, sino al verdadero asesino, quien ahora debe estar burlándose".

Pero las evidencias en su contra se acumulaban. La revisión de su casa en Miami reveló más cosas; la más importante, que escribía un diario en el cual consignó que pensaba asesinar a Bianca Mrak poco tiempo después y huir a otro país. Eso terminó de hundirlo. El juicio duró dos meses y medio, y la prensa cambió su opinión a medida que los hechos demostraban la responsabilidad del escritor. Las cosas salieron mal para Unterweger. Incluso Bianca Mrak se distanció de él. Finalmente, el Jurado se encerró para deliberar y pronunció su veredicto: Jack Unterweger fue declarado culpable de nueve cargos de asesinato: una víctima en Praga, tres en Los Ángeles y cinco en Austria. El tribunal lo sentenció, por segunda vez en su vida, a cadena perpetua. Arrogante y desafiante hasta el final, Unterweger decidió cumplir su promesa. La misma noche en que el Tribunal pronunció la sentencia, el criminal hizo un nudo idéntico a los hallados en las víctimas, utilizando para ello las cintas de sus zapatos. Esperó a que los guardias no lo estuvieran vigilando y se ahorcó. No iba a volver a prisión.

El caso conmovió otra vez a la opinión pública. Muchos tomaron el suicidio de Unterweger como la prueba de que el sistema judicial austríaco era fallido. Escritores y productores de cine se enamoraron del maléfico personaje que seducía a la sociedad y opinaba sobre asuntos delictivos mientras mataba sin remordimientos. Se reeditaron sus libros en grandes tirajes y se escribieron extensos estudios sobre su personalidad criminal. Bianca Mrak publicó un volumen sobre su relación amorosa con el multihomicida.

Falco, el cantante austríaco, rindió un homenaje al asesino. Se trata del tema “Jeanny”, que junto con “Rock me Amadeus”, “Viena Calling” y “Der Kommissar” fue uno de los éxitos de Falco que dieron la vuelta al mundo. Y mientras muchos la bailaban románticamente sin entender la letra, en los países de habla germana estallaba la polémica. Falco se había inspirado en Jack Unterweger para escribir la canción en que un hombre secuestra a una prostituta para matarla. En una parte de la letra, Falco canta: “Todos saben que estamos juntos desde hoy. Ahora puedo escucharlos. Vienen. Vienen a rescatarte. No te encontrarán. ¡Nadie te encontrará! ¡Tú estás conmigo!” Nada directo, salvo la voz lejana de un lector de noticias que alerta de la desaparición de la mujer. Pero bastó sólo eso para que algunas asociaciones feministas alegaran que era una apología de la violación, y algunas radiodifusoras de Alemania Occidental no la programaron “por razones éticas”. En Alemania del Este quedó prohibida tanto en la radio como en las discotecas. Todo esto contribuyó a la publicidad y el tema alcanzó el número uno, tanto en Austria como en Alemania, Holanda, Noruega, Suiza y Suecia.

Además, el actor y productor inglés John Malkovich presentó una obra de teatro basada en la historia de “El Estrangulador de Viena”, a quienes otros llamaban “Jack el Escribidor”. Sobre ese montaje, Malkovich afirmó: "Sí. Unterweger era un psicópata, pero hubo quien dijo que había que dejarlo libre porque tomó cursos de escritura. Aunque (para mí) nunca fue un buen escritor. Era una papa caliente entre la izquierda y la derecha. Imagina que alguien te dice que los árboles delante de tu casa están enfermos. La izquierda dice: ‘hay que alimentarlos, darles agua’. La derecha dice: ‘hay que arrancarlos para que no contagien a los demás’. Yo en cambio me pregunto por qué ha venido una persona a contarme que las plantas están enfermas".





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